Julieta Petrolo es maestra en una escuela de Entre Ríos, donde fue atacada por un alumno. Como consecuencia de la paliza, sufrió el movimiento de cuatro cervicales y una distensión de hombro.
Una docente de la localidad entrerriana de Santa Elena escribió una desgarradora carta luego de haber sido golpeada por un alumno durante el recreo. En la misiva, afirmó que perdió su vocación y pide que se hable sobre «violencia pedagógica».
Se llama Julieta Anahí Petrolo y, hasta hace unos días, se desempeñaba como docente en dos escuelas de la localidad de Santa Elena.
El pasado 25 de abril, Julieta observó cómo «la ira de un alumno hacia otro destruía poco a poco su frágil cuerpito» y fue entonces que decidió intervenir. Sin embargo, lejos de calmar al estudiante agresor provocó aún más su enojo y el chico comenzó a golpearla con furia.
«No me defendí, me deje golpear, era preferible mi cuerpo enorme a ese cuerpo frágil», relató la maestra en su conmovedora carta.
Como consecuencia, la mujer sufrió el movimiento de cuatro cervicales y una distensión de hombro. Ahora, asegura que perdió su vocación y que sus alumnos le dan miedo.
La carta completa de la docente:
Sobre la Violencia Pedagógica
Hoy decido escribir estas palabras porque no encuentro forma de sacar de mi cuerpo tanta angustia hacinada.
Todo empezó aquella noche cuando tenía apenas 9 años, mamá llegó a casa las 11 de la noche como lo hacía todos los días.
Esa noche en especial, me despertó el beso en la frente.
¿Por qué llegas tan tarde mamá, no te veo en todo el día y lo único que me das es un beso de buenas noches? Mi viejita trabajaba todo el día en un kiosco limpiando, por las noches, cursaba el magisterio.
Ella con una sonrisa respondió: «Quiero un mejor futuro para vos, y quiero un trabajo que me de felicidad todos los días. Cuando eres maestra, los chicos te besan todos los días y te llevan flores, las mamás te saludan con gratitud y cada aula huele a tizas de colores y conocimiento. «¡No hay mejor trabajo que el de ser maestra Julieta!»
Esa noche me dormí pensando que mi vocación ya estaba en mi sangre, era mi destino tener el mejor trabajo del mundo.
Seis años trabajé con alegría, siempre responsable y agradecida a Dios por las escuelas hermosas de mi ciudad.
Un 25 de abril de 2017, yo perdí mi vocación.
En una escuela llena de dolor, en un aula carente de límites, en un aula que no era la mía, vi la violencia y no la soporté….tuve que contenerla.
La ira de un alumno hacia otro destruía poco a poco su frágil cuerpito. Como soy intolerante al maltrato, decidí intervenir. El resultado fue un cambio de rumbo de su cólera, ahora su punto de alivio era YO. No me defendí, me deje golpear, era preferible mi cuerpo enorme a ese cuerpo frágil.
Cuando se cansó de golpear, se sentó, con la mirada fría, se puso a leer como si nada hubiera pasado.
Toco el timbre de recreo, me fui a la biblioteca, allí mis colegas escucharon la historia y me acompañaron a la dirección en donde luego de dos preguntas vacías me enviaron a la clínica.
El movimiento de cuatro cervicales no se compara con dolor de una distensión de hombro. El miedo y el abandono no se comparan a la pérdida del ser.
Hoy en día, me ahoga la angustia, tengo que sacarla, la gente tiene que saber que esto pasa en el devenir de las escuelas entrerrianas. LAS DOCENTES SOMOS VIOLENTADAS DIA A DIA, nos golpean, nos escupen, nos insultan, si nos quejamos nos amenazan con «bajarnos la nota de los conceptos» que son nuestra forma de conseguir una estabilidad laboral futura.
Si hablamos de violencia obstétrica, de violencia de género, ¿Cómo llamamos a la violencia hacia el maestro?
Ahora mismo estoy vendiendo ropa usada porque la ART del Consejo General de Educación de la provincia de Entre Ríos no me cubre la medicación para el dolor, pedí por favor ayuda psicológica para poder volver a ser yo misma y me la negaron.
Cuando intento salir a la calle veo rostros, rostros vacíos que me espantan, no puedo buscar a mis hijos a la escuela porque esas caritas que antes me hacían feliz, hoy me hacen llorar.
Esos abrazos, esos besos llenos de galletitas, esas caras de asombro en el laboratorio…..ya no las puedo enfrentar.
Yo, docente, abandonada por el Estado, por la aseguradora, por la escuela, yo hoy……perdí mi VOCACIÓN. Ya bajé los brazos, ya no puedo sostener la sonrisa, ahora mis niños me dan miedo.
La VIOLENCIA PEDAGÓGICA existe, está ahí, frente a nosotros, que giramos la cabeza y decimos: «Si no les gusta para que estudiaron eso». Amo desde mi infancia la docencia, pero amo mi labor, para lo que estudié: ENSEÑAR.
No soy una bolsa de boxeo, no soy una suplente que pasa sin dejar rastro, soy una persona, una persona que lamenta haberse despertado esa noche con el beso de mamá.
Minutouno