Marcelo Camarero ya había mostrado su perfil violento. Su propio Facebook lo delataba. Venía amenazando a su ex mujer con quien mantenía un litigio por la tenencia del hijo.
Hace unos dos meses, su última novia, María Liliana Díaz Benítez, estudiante y bombero voluntaria, le había dicho que «la relación no iba más». Entonces, Camarero empezó a gestar su plan femicida.
Con algún pretexto, citó a la mujer y la pasó a buscar en su auto Peugeot 308 por el profesorado donde ella estudiaba. Luego, sin dubitar, la ejecutó de un tiro en la cabeza adentro del coche. No está claro aún si la mató con el auto en movimiento o con el vehículo ya detenido en la cochera de su edificio. Es lo de menos.
Lo concreto es que tras la ejecución con un arma calibre 9 milímetros, Camarero llamó a dos amigos y les confesó lo que había hecho. Luego, llamó a su abogado y le planteó que se quería entregar.
El letrado estaba a 100 kilómetros de distancia. Cuando llegó el doctor, Camarero se entregó en la seccional y se autoincriminó: «Maté a mi novia», dijo. Ahora lo van a indagar por femicidio.
Un caso más que no cambia una estadística que duele: una mujer es asesinada cada 29 horas en el país.