ESTUDIOS REALIZADOS POR EL CONICET DETERMINARON QUE LOS HUEVOS DEL MOSQUITO TRANSMISOR DEL DENGUE PUEDEN SOBREVIVIR HASTA UN AÑO SIN AGUA Y RESISTEN TEMPERATURAS BAJAS, POR LO QUE SE ADVIRTIÓ SOBRE LA NECESIDAD DE PROFUNDIZAR LA PREVENCIÓN ANTE LA LLEGADA DEL FRÍO.
“El mosquito transmisor del dengue muere a los 14 grados de temperatura, pero estudios realizados por el Instituto de Medicina Regional nos marcan que los huevos sobreviven hasta un año, aun con frío y sequedad, y pueden eclosionar al llegar temporadas de más calor y lluvias, incrementando la población del vector”, dijo a Télam la bióloga Marina Stein, investigadora adjunta del
Conicet, responsable del área de Entomología del Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional del Nordeste y especialista en el mosquito aedes aegypti, vector del dengue, zika, chikunguñya y la fiebre amarilla.
“Desde el norte argentino hasta la provincia de Buenos Aires los huevos del aedes pueden permanecer en estado de diapausa o latencia por un año, hasta la llegada de una temporada de lluvias, como la primavera y el verano de esa región y al recibir agua, se inunda y puede eclosionar”, explicó.
La experta agregó además que “ese remanente poblacional del mosquito se genera en esta temporada, con la aparición de las bajas temperaturas”, por lo que remarcó la importancia de ajustar medidas domésticas y oficiales desde el Estado para evitar nuevos pulsos demográficos del insecto.
“El experimento que nos permitió arribar a esa conclusión fue realizado en Resistencia, Chaco, con huevos del mosquito depositados en macetas, durante tres meses de invierno, los que al ser trasladados al laboratorio eclosionaron en un 70% en la primera inundación”, indicó la investigadora.
Señaló también que “la Argentina no es un país endémico de dengue, pero tiene dos momentos: el epidémico y el interepidémico, que es en el que nos encontramos con el descenso de temperaturas y cuando hay que accionar de modo eficiente sobre los criaderos”.
En ese sentido, distinguió las acciones que pueden desarrollar los ciudadanos de las que deben llevar adelante los estados y subrayó la importancia de “educar” y “no fumigar”.
“La fumigación se debe realizar en etapa de epidemia, para bajar drásticamente la población del mosquito adulto y debe estar bien hecha, no en parques por ejemplo, ya que se deben fumigar los alrededores de la vivienda de un paciente hasta las nueve manzanas adyacentes, pues el mosquito busca la sombra, el agua limpia y condiciones como las que ofrece una vivienda”, remarcó Stein.
La científica fue taxativa al precisar que “en las casas se deben raspar las paredes laterales de los criaderos artificiales y el Estado debe prohibir, por ejemplo, que se ingresen floreros a los cementerios, así como controlar gomerías, el transporte de cubiertas, las chacaritas y basurales a cielo abierto”.
La investigadora explicó que en 2016 hubo tres veces más pacientes con dengue que en 2009, cuando solo circuló el cerotipo uno del virus.
En ese periodo intermedio de siete años “se generó población humana susceptible a otros cerotipos, como el dos, que comenzó a circular este año”. Eso ocurrió porque «estamos repitiendo cosas que no sirven, como las fumigaciones mal hechas y el consecuente derroche de recursos o porque se relajan acciones sobre los criaderos, ya que por ejemplo en el invierno de 2015 no escuché una sola propaganda contra el dengue”.
“El problema no es de conciencia, sino de educación y de organización, porque es imposible eliminar al mosquito, pues no debemos olvidar que existe desde antes que el hombre, pero sí se puede prevenir el crecimiento de su población”, concluyó.
De acuerdo con el último reporte oficial, los casos de dengue en el país ascienden a 56.802, de los cuales 28.008 corresponden a casos confirmados o probables autóctonos distribuidos en 15 jurisdicciones del país.