Una Iglesia más misionera y menos clerical
La misionariedad y la sinodalidad fueron dos ejes de su pontificado. Francisco promovió una “Iglesia en salida”, centrada en el servicio, abierta al diálogo interreligioso y capaz de escuchar al Pueblo de Dios. En esta línea, convocó dos sesiones del Sínodo sobre la Sinodalidad, incorporando por primera vez a laicos y mujeres con derecho a voto, y creó comisiones para estudiar el diaconado femenino.
El Papa de los viajes imposibles
En sus 47 viajes internacionales, Francisco visitó lugares emblemáticos para el diálogo y la reconciliación. Fue el primer Pontífice en pisar Irak, en plena pandemia, donde se encontró con el gran ayatolá Al-Sistani. También abrió la Puerta Santa en Bangui (República Centroafricana) durante una guerra civil y selló acuerdos de paz en Sudán del Sur junto a líderes cristianos de otras confesiones.
Otro hito fue su viaje a Abu Dabi en 2019, donde firmó con el gran imán de Al-Azhar el Documento sobre la Fraternidad Humana, base de su encíclica Fratelli tutti. En su gira más extensa, a los 87 años, recorrió Asia y Oceanía: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.
Reformas, documentos y gestos proféticos
A lo largo de su pontificado, Francisco publicó cuatro encíclicas (Lumen fidei, Laudato si’, Fratelli tutti y Dilexit nos) y siete exhortaciones apostólicas. Con Laudato si’, llamó a cuidar la “casa común” y combatir la desigualdad ambiental; con Fratelli tutti, propuso la fraternidad como única salida a los conflictos contemporáneos.
En materia disciplinaria, emitió casi 60 motu proprio, como Vos estis lux mundi, que estableció protocolos claros contra los abusos sexuales y exigió responsabilidades a los obispos. También reorganizó las finanzas vaticanas tras años de escándalos.
Cercano a los descartados
Francisco nunca perdió el contacto con los más vulnerables. Impulsó la Jornada Mundial de los Pobres, compartió almuerzos con personas sin hogar, visitó cárceles en Jueves Santo, y denunció la “cultura del descarte” y la “globalización de la indiferencia”. En su primer viaje fuera de Roma fue a Lampedusa, epicentro de la crisis migratoria, donde arrojó flores al mar en homenaje a los refugiados muertos.
Su magisterio sobre los migrantes quedó sintetizado en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. También mediador en conflictos, gestionó el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos en 2015, por lo que fue agradecido públicamente por Barack Obama.
El compromiso por la paz en un mundo en guerra
“Una guerra mundial en pedazos”: así describió Francisco el panorama actual. Ante los conflictos en Ucrania, Gaza, Siria y África, no cesó en sus llamados al diálogo y la diplomacia. Envió cartas, emisarios y ayuda humanitaria. Llegó incluso a visitar la embajada rusa en el Vaticano al estallar la guerra en Ucrania, en un gesto sin precedentes.
Convocó a jornadas de oración y ayuno por la paz, consagró a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María y promovió el “ecumenismo de la sangre” junto a líderes cristianos no católicos.
Un pontificado que deja huella
Doce años después, el Papa que “vino del fin del mundo” deja un pontificado marcado por el impulso a una Iglesia más humilde, más cercana y más comprometida con los desafíos del siglo XXI. Sus palabras clave —misericordia, fraternidad, sinodalidad, diálogo, inclusión— sintetizan un proceso abierto que aún no ha dicho su última palabra.
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