Según el estudio, se han encontrado que estos contaminantes están presentes en las abejas, la miel y otros productos de las colmenas en todas las regiones y estaciones analizadas. Específicamente, se detectó clorpirifos en todas las muestras, con niveles más altos en primavera que en otoño, y se observó una acumulación significativa en muestras de cera de colmena.
Además de los pesticidas, se encontraron compuestos industriales, como congéneres de PCB, sugiriendo que el transporte atmosférico puede ser un importante mecanismo de dispersión de contaminantes hacia las áreas donde se encuentran los apiarios.
La distribución espacial y temporal de los pesticidas en Argentina coincide con las características ambientales de las zonas agrícolas, el cambio en el uso del suelo, las actividades productivas y las condiciones climáticas que dispersan los contaminantes industriales.
En tal sentido, la institución científica recomienda un monitoreo continuo de contaminantes en las colmenas para evaluar los riesgos químicos, la salud de las abejas y los niveles de contaminación en los agroecosistemas. Este conocimiento será crucial para la conservación de los servicios de polinización, la apicultura y los ecosistemas en Argentina.
Las abejas pueden ser utilizadas como biomarcadores de la contaminación ambiental debido a su amplio rango de acción y sensibilidad a los contaminantes, así como su capacidad para transportarlos a la colmena, lo que permite prever posibles daños para otros organismos y la salud humana, concluye el informe.
(InfoGEI)