Cualquier variable que esté en el inframundo es fácil de mejorarla. Sin embargo, esa mejora puede no llegar a sentirse. De cara a las PASO y a octubre, la batalla es por el poder adquisitivo de los salarios.
El salario real de los pocos más de 5,7 millones de trabajadores privados registrados es el más bajo de los últimos 18 años. Así y todo, paradójicamente, la economía argentina registra el nivel de desempleo más elevado de los últimos 15 años. Hoy seguramente la inmensa mayoría de estos trabajadores deben añorar, por ejemplo, sus remuneraciones de mediados del 2012 cuando el salario real en julio de ese año alcanzó el máximo de la serie 2010-2020 (tomando base 2007=100, llegó a 113.5). Pero el deterioro del salario real no se explica solo por la pandemia ya que desde mediados del 2012 viene marcando una tendencia marcadamente descendente, con algunos oasis electorales. En realidad, la crisis sanitaria no hizo más que acentuar una penosa y preocupante realidad. Según datos del Estudio Broda en los últimos tres años el salario real privado registrado acumula una caída de más del 18%, de los cuales 8,4 puntos porcentuales corresponden desde el inicio de la pandemia.
Cuando asumió Macri el nivel del salario real privado registrado se ubicaba por debajo de los 97 puntos (2007=100), o sea, que estaba casi un 15% por debajo del nivel de mediados del 2012. Tras caer por debajo de los 90 puntos a mediados del 2016, hubo luego un proceso de recuperación que lo llevó a niveles cercanos a 100 puntos para las PASO del 2017 (algo similar a lo visto en la campaña electoral del 2015 bajo la estrategia del entonces ministro Kicillof). Luego la debacle iniciada el día de los Inocentes (28-D) junto con las inconsistencias de la política económica, fue el prólogo para lo que vendría. El salario real se desbarrancó, casi sin paradas intermedias, a niveles de 80 puntos a fines del 2019. Con ese nivel asume Fernández, que vive una transitoria mejora la llevarlo en marzo del 2020 por encima de los 86 puntos para luego sucumbir bajo el imperio del coronavirus y el arrastre recesivo terminando a fin del año pasado en un nivel de 79 puntos. Es decir que desde mediados del 2012 hasta fin del año pasado el salario real privado registrado acumula una pérdida de más del 30%. Nada más claro para explicar la evolución del consumo privado a lo largo de los últimos años.
De modo que el punto de partida, con vistas a las elecciones de octubre es, digamos, bajísimo. Por lo que cualquier mejora, podrá parecer elocuente o ni llegar a sentirse. Solo una fuerte desinflación conjuntamente con un proceso de crecimiento económico sostenido podría sembrar las esperanzas de ir recuperando, gradualmente, niveles de salario real acordes con períodos de bonanza de consumo. Por lo pronto el Gobierno aspira a que el salario le gane a la inflación, pisando todo precio que hoce asomar la cabeza. El objetivo oficial es mejorar como sea el poder adquisitivo de los salarios, para así estimular la demanda vía el consumo.
La pauta oficial, reconfirmada una vez más por el ministro Guzmán, del 29% de inflación para este año está bajo seria revisión por parte del sector privado tras ver la performance del primer bimestre (4% y 3,6%) y por lo que se está viendo de marzo, lo que da lugar a proyectar que para alcanzar esa meta la tasa de inflación promedio deberá estar bien por debajo del 2% mensual. Las expectativas inflacionarias de los privados se orientan más hacia una banda de entre 40% al 50%, si todo sale bien. Las paritarias, hasta el momento, se están cerrando en torno al 30%, o sea, por debajo de la inflación esperada. Pero cómo viene la mano a nivel macro, el consenso es que en los meses previos a la elección la meta oficial será sobrepasada. Ahora bien, cuando ello suceda lo más probable es que los acuerdos salariales privados formales que se firmen con la suba del “29%” tiendan a reabrirse. Será una interesante pulseada en la previa de las PASO, sobre todo en gremios con fuertes internas.
Jorge Herrera
Ambito