La normativa originada tras la muerte de una nena, producida por falta de donantes ya es ley y establece que todos somos donantes de órganos a no ser que se exprese lo contrario.
Cuando Justina Le Cane entró primera en la lista de espera para un corazón en el Incucai, en agosto de 2017, le pidió a su familia iniciar una campaña para concientizar sobre la importancia de la donación de órganos. Su papá, Ezequiel, la ayudó a crear la campaña “Multiplicate por Siete” que se viralizó con el hashtag #LaCampañaDeJustina. “El concepto detrás del nombre es que si uno es donante, su vida se multiplica por siete al momento de partir”, habían explicado.
La campaña que impulsó Justina aumentó el número de inscriptos como nunca antes: de 80 por día se pasó a 330 en los últimos cuatro meses de 2017.
Su muerte mientras esperaba por un corazón que pudiera salvarle la vida conmovió al país entero, y sus papás continuaron más firmes que nunca en busca de lo que tanto quería su hija: ayudar a todos los que están en una situación como la que estuvo ella.
A raíz de este caso y tras la militancia de los padres de la menor, ayer la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad el proyecto de la denominada Ley Justina, que marca un quiebre en la cultura de donación de órganos en el país. Desde ahora, todas los argentinos son donantes de órganos, salvo que hubieran expresado su voluntad contraria a eso.
La ley fue sancionada por 202 votos a favor, ninguno en contra y sin abstenciones. La aprobación, que no necesitó debate, cerró con un aplauso de pie.
La iniciativa, de la que solo resta la reglamentación por parte del Poder Ejecutivo, fue presentada por el senador Juan Carlos Marino y es una forma de homenaje a la niña Justina Lo Cane, quien falleció a los 12 años el 22 de noviembre de 2017 por no haber recibido a tiempo un trasplante de corazón.
PN