La gobernadora cambió su jefe de seguridad y sumó un consultor que trabajó en Medellín, Colombia. Las diferencias con la Casa Rosada y las bajas de funcionarios.
Cuentan en su entorno que el incendio de mediados de mes en el Tribunal Oral Federal 3 de San Martín y la nota amenazante en la terraza del edificio bonaerense sí la asustaron. Ni los reiterados llamados al 911 -muchos desopilantes- ni el casquillo de escopeta tirado en la puerta de su casa de Haedo habían logrado conmoverla. La anterior advertencia había llegado hasta la puerta de su oficina, cuando dos policías bonaerenses fueron sorprendidos mientras hurgaban su despacho de la gobernación, a mediados de junio.
Aún así, María Eugenia Vidal impulsó esta semana, 15 días después del incendio en el tribunal de San Martín, su medida más osada: el descabezamiento de la cúpula del Servicio Penitenciario bonaerense, con consecuencias impredecibles. «Puede pasar cualquier cosa. Pero no hacerlo tampoco garantizaba que no pasara nada», explica un especialista en sistemas penitenciarios.
Después del episodio en su oficina de La Plata, la gobernadora bonaerense desplazó a su jefe de custodia. Eligió en forma interina a Virgilio Espinosa, un policía provincial que ya había cuidado al ex gobernador Daniel Scioli. Pero en las últimas semanas, Vidal colocó definitivamente a su jefe de la división Custodia y Seguridad: Leonardo Oscar Papavero, un comisario de la Policía bonaerense, de 43 años, que fue designado por el ministro Cristian Ritondo y que ya había trabajado en la custodia de Felipe Solá durante su paso por La Plata.
Papavero es el encargado de supervisar todos los movimientos de la gobernadora, que vive bajo un caos permanente. Coordina al grupo de policías provinciales y a los agentes de la Policía Metropolitana que siguen a la mandataria por todos lados, diseminados en dos anillos de seguridad. Sin embargo, el jefe de la custodia hace su trabajo bajo la mirada de Jorge Luis Vidal, un ex policía, especialista y consultor en seguridad que asesoró durante años a la Alcaldía de Medellín, Colombia, y que es la nueva figura del staff provincial. De hecho, se reunió con varios intendentes macristas. Fue él mismo el que seleccionó a Papavero para comandar la custodia de la gobernadora.
Vidal, que no tiene ninguna parentesco con la ex vicejefa del Gobierno porteño, había asesorado primero a Ritondo hasta hace poco más de un mes. Lo había recomendado la propia gobernadora, que lo conoció por allegados. Ritondo tenía referencias a través de Vicente «Tito» Ventura Barreiro, subsecretario de Planificación, Gestión y Evaluación del Ministerio de Seguridad provincial -un histórico del ministro-, que cursó una maestría con el especialista en la universidad del Salvador. Enseguida se ganó la confianza de la mandataria y de Ritondo. Y se acercó aún más en las últimas semanas al entorno más íntimo de la ex vicejefa, en especial tras el incendio en San Martín. De él depende ahora su seguridad, en medio de la purga del servicio penitenciario (SPB).
La Gobernadora, la estrella de Cambiemos, tiene desde hace rato agenda y estilo propios. La avanzada sobre el SPB, una reforma de fondo, es una muestra. La alianza con Sergio Massa, que por estas horas terminará de definirse en el marco de la Legislatura provincial, es otra de ellas: en la provincia de Buenos Aires, la relación entre el macrismo y el líder del Frente Renovador es mucho menos caótica que la de la Casa Rosada con el diputado.
El sostenimiento de Pablo Bressi, jefe de la Policía provincial, es uno de los casos paradigmáticos de la independencia del macrismo en su versión bonaerense. Cuando Elisa Carrió lo denunció, Vidal lo sostuvo. No sólo eso: desde ese momento, la ex vicejefa disciplinó a la diputada, que nunca más se refirió al jefe policial. Cuando Patricia Bullrich le llevó a Macri su denuncia anónima contra Juan José Gómez Centurión, el Presidente hizo todo lo contrario: se desprendió del titular de la Aduana -que volvió dos meses después- al instante. Esta semana, Carrió provocó un tembladeral en el seno del Gobierno con su revés al proyecto de ley para limitar las atribuciones y el mandato de la procuradora Alejandra Gils Carbó.
Macri, sin embargo, está al tanto de todas las decisiones de la gobernadora: Vidal lo visita sábado por medio en la residencia de Olivos o en la quinta familiar Los Abrojos. Es parte del círculo íntimo al que acceden, por ejemplo, Marcos Peña o Nicolás Caputo. Con Carlos Grosso, otro de los pasa el filtro de la intimidad del poder, también se reúne al menos una vez por mes.
Según el entorno de la mandataria, los ministros nacionales se desvelan por mostrarse con ella, aunque la mujer sólo acota su agenda al Presidente, al jefe de Gabinete, y no mucho más. Vidal será el próximo año, sin ser candidata, la gran electora de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, el distrito en el que Macri se juega la suerte de la segunda mitad de su mandato.
El Gobierno prevé una explosión de la obra pública en territorio bonaerense entre febrero y marzo próximos, cuando la campaña legislativa ya esté casi en plenitud. Será uno de los pilares de la estrategia electoral del macrismo.
En ese sentido, Vidal perdió definitivamente esta semana un funcionario clave. El martes pasado, tras una extensa reunión a solas a última hora, no pudo convencer a Edgardo Cenzón de quedarse al frente del Ministerio de Infraestructura y Servicios Públicos bonaerense, que desde mediados de diciembre será dividido en dos dependencias, a cargo de dos funcionarios de confianza del todavía ministro. Cenzón, que se va por cuestiones personales, es vital en la relación entre La Plata y los intendentes del peronismo.
En las próximas semanas, la Gobernadora podría sufrir otra baja, aunque por decisión propia. En su entorno confían en que la ministra de Salud, Zulma Ortíz, pende de un hilo. Según aseguraron dos funcionarios del círculo íntimo de la mandataria, Ortíz no consultó cuando ventiló que la Provincia se adheriría al protocolo de aborto no punible recomendado por la Corte Suprema en el 2012. Vidal tuvo que dar marcha atrás. En los pasillos platenses ya circulan eventuales candidatos al Ministerio de Salud, entre ellos Ismael Passaglia, de estrecho vínculo con el ex ministro Ginés González García. De ser así, sería una pésima noticia para Jorge Lemus, en las antípodas del ex embajador en Chile. En términos futbolísticos, Lemus y González García son como César Luis Menotti y Carlos Bilardo.
De producirse, la remoción de Ortíz formaría parte, sin embargo, de un recambio mayor que planea la gobernadora. La incógnita es, en ese sentido, si avanza con agenda propia, o si Macri también impulsa una oxigenación de su gabinete. Próximos a la elección de medio término, ambos sí comparten una misma preocupación: todavía no saben quién será el encargado de aceitar la logística para la recaudación de fondos para la campaña, una tarea que el año pasado causó más de un dolor de cabeza.
Federico Mayol
Infobae