Una investigación del Gobierno de Estados Unidos fue contundente: el 70% de los adolescentes elige permanecer en casa con amigos para tomar alcohol en lugar de ir a bailar. Cómo impacta el consumo en exceso en los jóvenes.
Pese a los intentos de organizaciones de la salud y numerosos entes internacionales, la amenaza del alcohol sigue intacta. Su consumo alrededor del mundo no sólo nunca se detuvo sino que parece haberse incrementado, aún con sus secuelas expuestas en la luz pública.
Los últimos datos sobre la ingesta de los jóvenes en Argentina no fueron muy alentadoreas. La Organización Mundial de la Salud señaló en su último informe que sus ciudadanos toman un promedio de 9,3 litros anualmente, apenas por debajo de Chile, país que lidera el ranking en América Latina.
Asimismo, un estudio realizado por el Gobierno de Estados Unidos en relación a los jóvenes y el trabajo en todo el mundo disparó un dato sorprendente, que incluso permite alimentar la preocupación: al analizar los hábitos de ocio y socialización entre los Millennials, se descubrió que el 70% de las personas prefiere quedarse con amigos tomando alcohol en sus casas antes que culminar la noche en un boliche o en una fiesta.
«Estoy convencido de que el efecto del alcohol está subestimado», señaló a Infobae el doctor Carlos Damin (MN 81.870), jefe de Toxicología del Hospital Fernández y presidente de la Fundación Niños Sin Tóxicos. El especialista agregó que «la gente lo subestima porque, como al día siguiente está recuperada, supone que no pasó nada. Y la realidad es que las manifestaciones de las intoxicaciones alcohólicas se ven con el tiempo, sobre todo si éstas se producen en la etapa de la adolescencia».
La edad promedio en la que los chicos prueban por primera vez el alcohol es a los 13 años
La investigación estadounidense encontró que el 80% de los jóvenes busca excusas para no salir y quedarse en sus casas.
En el último tiempo, permanecer durante toda las noche bebiendo en una casa se convirtió en una actividad recurrente. ¿Las causas? El informe norteamericano fue específico: cansancio, falta de ganas de gastar dinero y poca motivación para relacionarse con personas desconocidas, por lo que priorizan los minutos que pasan en sus círculos íntimos.
En la Argentina, por su parte, ver televisión es la actividad primordial en la que los adolescentes ocupan su tiempo libre. La siguiente prioridad es estar con sus amigos y luego, salir a bailar.
La situación en el país en relación a los jóvenes y el alcohol es alarmante. Si bien se trata de un problema mundial, la gravedad radica en tres aspectos principales: el primero, la edad de inicio de consumo es muy baja; el segundo, hay una falta de sanción estatal y de políticas nacionales de prevención, sumado a la tolerancia social de los padres. Y finalmente, los estragos que genera la normalización de las previas -la reunión en una casa antes de ir a bailar- como un hecho privado y sin control», puntualizó Adrián Dall Asta, creador de la ONG Fundación Padres.
Esos tres factores representan lo que se conoce como un territorio de alta vulnerabilidad.
En la juventud actual comenzó a predominar el POMO, acrónimo de Pleasure Of Missing Out (placer de perderse cosas), en el que se prioriza el sentido de pertenencia a un grupo ante el placer que pueda generar cualquier actividad. «Definitivamente hay que erradicar las previas en la casa, sobre todo en los menores de 18 años, porque en los grupos de adolescentes es más difícil. Los padres tienen que entender que no hay que facilitarles situaciones que les hagan daño», explicó Damín.
Según los expertos, existe una cierta disposición biológica y psicológica para la dependencia, pero también influye de manera determinante el contexto social de los individuos. «Hay que enseñarles a los jóvenes a cuidarse. Los toxicólogos preferimos hablar de sustancias psicoactivas y no de drogas, porque hay un prejuicio muy grande con esta palabra».
El alcohol en el organismo
Teniendo en cuenta que el alcohol es parte de la cultura y suele ser sinónimo de celebración, Damín aclaró que «es fundamental el consumo responsable. No hay una dosis mínima para recomendar, porque en cada persona eso es diferente. Entran en juego características como el peso, la altura e incluso la dieta», explicó, y fue contundente: «La ebriedad produce efectos neurológicos, sea en un episodio aislado o reiterado».
Esa búsqueda de transgresión de límites casi frenética hoy tiene a los chicos descontrolados. Y en muchas ocasiones, después de la previa en casa, ellos continúan con el consumo en la calle, sin tener en cuenta que el exceso desmedido pueden conducir a un coma alcohólico o etílico.
«Cuando en el hospital les preguntamos a los chicos que llegan a la guardia intoxicados por alcohol: ‘¿Por qué toman?’, ellos contestan: ‘Porque nos divertimos, perdemos el control y al otro día vemos todo lo que hicimos y lo subimos a las redes», concluyó Damín.
Infobae