Lejos de retractarse o bajar el tono, Espert lanzó una respuesta provocadora al notar el rechazo de los presentes: “¿No gustó eso?”, expresó con ironía, redoblando la apuesta. Sin embargo, esta actitud socarrona no hizo más que encender los ánimos en el auditorio. La reacción no se hizo esperar.
En cuestión de segundos, muchos asistentes comenzaron a pedirle de forma espontánea que se retire del congreso. El pedido creció rápidamente en volumen y fue acompañado por una ola de aplausos que dejó en claro el descontento generalizado con la presencia y las declaraciones del legislador. Sin margen para sostener su intervención y visiblemente superado por la situación, Espert tuvo que abandonar el lugar.
El «romance» de Espert con la violencia simbólica
El exabrupto de Espert durante el congreso no fue un hecho aislado, sino apenas un nuevo capítulo en una larga secuencia de intervenciones públicas marcadas por la agresividad y la provocación. El diputado libertario ha sabido ganarse espacio en los medios a fuerza de frases cargadas de desprecio hacia sus adversarios y sectores enteros de la sociedad.
En una entrevista televisiva que brindó tiempo atrás, aseguró sin titubeos que “las paritarias son fascistas”, una afirmación que generó un inmediato rechazo por parte de dirigentes sindicales, legisladores de distintos espacios políticos y referentes del ámbito laboral. La frase fue leída como un ataque directo a uno de los pilares del sistema de relaciones laborales argentino, que desde hace décadas regula y protege la negociación entre empleadores y trabajadores.
Esa declaración, sin embargo, no fue un hecho aislado. Forma parte de un estilo discursivo en el que los límites del debate político se corren constantemente hacia el agravio. Las descalificaciones personales, el uso de términos ofensivos y el tono deliberadamente provocador son una constante en el repertorio del economista liberal.